publicado en El Espectador
“Algunas personas con lesiones superficiales o contusiones debidas a caídas en medio del pánico tuvieron que esperar algunas horas, pero a esta hora podemos decir que todos los heridos recibieron atención”, dice al caer la noche del sábado uno de los médicos del servicio de urgencias del hospital La Pitié Salpêtrière, desde donde se coordinó la atención y distribución de los 352 heridos de los atentados que sacudieron la capital francesa en la noche del viernes. A la salida del centro asistencial un joven con un pie inmovilizado con una férula de plástico espera un taxi junto a sus padres. “Estaba en camino hacia el sector de Belleville. Me tiré hacia dentro de un restaurante y me herí con unos vidrios”, dice, mostrando dos puntos de sutura en la frente. “Escuché los tiros, pero no vi de dónde venían. El dolor en el pie lo sentí hasta como una hora después, cuando la Policía dijo que saliéramos. No es nada grave. Ni pensé en eso porque ya había en la calle personas cubiertas con sábanas y otros heridos que se cubrían con cobijas térmicas de esas de papel aluminio”.
A esa misma hora los agentes de la Policía Científica continuaban tomando muestras en la sala de conciertos el Bataclan. Retirar los cuerpos les había tomado casi toda la mañana. “La identificación aún va a tardar porque las personas dejaron los bolsos y las chaquetas con sus documentos en el vestuario del club”, dice uno de los agentes, “aún se escuchan teléfonos celulares sonando entre los objetos que estamos tratando de clasificar”.
Un punto clave para la investigación fue el hallazgo el domingo del automóvil Seat en el que se habría movilizado uno de los tres comandos terroristas. En el interior del vehículo, abandonado en el populoso suburbio de Montreuil, al este de París, se hallaron tres fusiles Ak47, el popular “Kalachnikov” utilizado también en los atentados de enero contra Charlie Hebdo y el supermercado Hyper Cacher de Vincennes.
Los investigadores confirman así las similitudes entre los dos ataques y al mismo tiempo lo que parece marcar una tendencia en el modus operandi de los ataques terroristas que las autoridades francesas aún estarían descifrando, con miras a su prevención y que les obliga a cambiar una estrategia basada en la última ola de atentados que había sufrido la ciudad, hace casi dos décadas.
“Entre 1995 y 1996 se realizaron varios atentados contra los transportes públicos. En ellos se utilizaron bombas artesanales. El modo de operación … continúe leyendo en El Espectador