Opinión

El mal ejemplo (rueda)

Hace unos días escribí un texto (la palabra “columa” me hace pensar en escoliosis) medio instintivo (la palabra “visceral” me hace pensar en peritonitis) en el que sugería que si la familia de Mariana Pajón se indignaba por un montaje en la que la hacían aparecer con un pancarta por el NO, lo más sensato que podía hacer la bicicrosista para callar los rumores era afirmar públicamente que votaría por el SÍ. Las críticas que me llovieron por pedir una posición clara solían dar vueltas alrededor de dos ideas fijas: que el voto es secreto y que Pajón “ya había hecho mucho por nuestro país”.

Lo que es falso y aunque fuera cierto, no la eximiría de sus responsabilidades políticas y ciudadanas.

Sobre el argumento del voto secreto habría que decir que se trata de una opción y no de una obligación y que no existe para darle un blindaje al individuo sino al cuerpo social. Si un gobernante en ejercicio o un funcionario público no puede (más bien no debe) anunciar por quién votara no es para proteger su estatus, sino para no coaccionar el voto de quienes están jerarquicamente sometidos a él. En países como el nuestro, donde en muchas ocasiones un paso por las urnas se paga con sangre, podemos imaginar una extensión del principio del voto secreto como una salvaguarda de la integridad física de los ciudadanos, pero, de nuevo, no por ellos como personas, sino para que el miedo no influya en su decisión. El voto secreto no sirve para conservar privilegios personales, sino para defender la democracia.

Maestro.

De todas maneras es difícil entender ese orgullo recién descubierto estamos hablando de una época en la que gritamos en las redes sociales por quién votamos, pero muchas veces sólo porque así nos los pide el caudillo de turno.

De todas maneras estamos hablando de un país donde aún los votos se venden por un tamal.

Hay una particularidad sin embargo en el plebiscito del próximo dos de octubre. Esta vez no vamos a votar por alguien sino por algo: un acuerdo entre dos facciones armadas (las FARC y el establecimiento colombiano) que se constituye en un paso fundamental para la construcción de un futuro común, más allá de una guerra que ha durado cinco décadas. Estamos frente  a un momento de elección ética y moral, que no podemos ignorar.

Claro, votar SÍ tiene sus riesgos. Como marchar contra la extrema derecha, denunciar la corrupción, embarcarse en un navío sin autorización rumbo a Palestina, defender a las comunidades indígenas, bolear piedra por la educación pública. Como todo acto ciudadano, como todo acto humanista. Como el tipo que se le paró frente a los tanques en Tianamen y los gentiles que escondieron judíos a principios de la década del cuarenta. Los que creen que una democracia y la justicia social nos la regalan, conocen mal la historia. Los estados de derecho se han construido gracias a personas que tomaron riesgos enormes y a veces pagaron con su vida.

No llego a justificar el voto secreto – mejor dicho, el silencio respecto a las intenciones- en una ocasión como la que se nos presenta.

Uno podría comprender a quien se abstiene de hablar del tema cuando es empleado de un furibundo patrón uribista o vive en una zona controlada por paramilitares. En cambio resulta difícil entender los motivos que llevan a Mariana Pajón (y a casi todos los deportistas célebres de Colombia) a un silencio culpable en el que tal vez sea el único momento de sus vidas en el que POR FIN podrían aportar algo a este pedazo de tierra olvidado por Dios.

Porque no nos engañemos: más allá de las emociones pasajeras, los deportistas de alta competición no le dejan nada a su país. Por allí entramos a la segunda mitad (que es muy importante porque no hay tercera mitad). El argumento según el cual Mariana Pajón no necesitaría pronunciarse porque ya mucho le debemos no soporta un análisis cuidadoso.

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Colombian BMX cyclist Mariana Pajon, poses with the Colombian flag during a press conference on June 9, 2016, in Medellin, Antioquia department, Colombia. / AFP PHOTO / — / RAUL ARBOLEDA

Primero que todo porque es nacionalista (es decir, mezquino): uno no vota la paz de Colombia porque es colombiana sino porque es paz, pero sobre todo porque se apoya en la idea del “ejemplo para la juventud”que son los deportistas.

(salto el capítulo de “mostrarle a los jóvenes una vida sin drogas” porque mis modelos a seguir fueron Cobain, Kerouac, Pizarnik, Morrison y Caicedo)

Y aún así no entiendo cómo un deportista de alto nivel puede ser considerado un ejemplo positivo cuando en realidad, más allá del nivel en donde se practica por gusto (el partido entre amigos, la natación recreativa, qué sé yo, el paseo en cicla sin rumbo ni destino) los ateltas son la personificación misma del mito fundador de un ssitema ultra-competitivo y consumista  según el cual el esfuerzo es medio y justificación para un llegar lejos que se resume en celebridad y dinero.

Seamos serios, un deportista no se esfuerza por su país y menos aún por la humanidad. Lo hace para ganar gloria personal. Y dinero. Y en el deporte, a diferencia de las artes, el triunfo de uno implica la derrota de los rivales. Cada héroe deja atrás sus perdedores. Los que no son tan buenos como él, los desfavorecidos, los débiles. El deporte de alta competición es en últimos un sustituto de la guerra, y eso está bien, porque no deja muertos, pero no necesariamente lo hace más noble.

El ejemplo que nos deja el deporte de competicón es que hay que llegar primero que el otro, dejarlo atrás en lugar de correr a su lado.

Al justificar el silencio de Mariana Pajón, queremos agregarle que un deportista no debe mostrarse comprometido con la sociedad sino ser silente. Una máquina de alto rendimiento que no piensa y no opina. Que no abre la boca para cuestionar para no molestar a sus patrocinadores.

Esto no quiere decir que un gran deportista no pueda al mismo tiempo ser un deportista y un gran ser humano. Yo por ejemplo en gente como Mauricio Soler encontré calidades que nunca le vi a futbolistas millonarios como Falcao y David Ospina.

Esto no quiere decir que un gran deportista no pueda ser un ciudadano políticamente activo. Allí estuvieron Jesse Owens que le levantó la mano a Hitler, y Mohamed Alí, que frenteó la lucha por los derechos civiles de los negros norteamericanos. Allí están Sócrates, el futbolista brasilero, e incluso Maradona, anarquista hasta el tuétano como si fuera la cara opuesta del insípido Pelé. Como Pahiño que se perdió de ir al Mundial del cincuenta por no renunciar al comunismo en plena España franquista.

Por supuesto se puede ser un gran deportista y un ejemplo a seguir, o un deportista y un gran ciudadano, e incluso un deportista, un ciudadano comprometido y un ejemplo a seguir: ahí tienen a Nairo Quintana, a quien pude conocer también. Un hombre sencillo, entregado, generoso con sus compañeros y que además no sólo ha asumido su compromiso con el SÍ a la paz sino que lo hemos visto defendiendo hasta la equidad de género. Un tipo de admirar no por sus victorias deportivas, sino porque no se ha escudado en ellas para recibir la idolatría incondicional sino que las ha usado para mostrar un compromiso con su época. No como colombiano sino como persona.

 

Por supuesto se puede ser un gran deportista y un ejemplo a seguir, o un deportista y un gran ciudadano, e incluso un deportista, un ciudadano comprometido y un ejemplo a seguir: ahí tienen a Nairo Quintana, a quien pude conocer también. Un hombre sencillo, entregado, generoso con sus compañeros y que además no sólo ha asumido su compromiso con el SÍ a la paz sino que lo hemos visto defendiendo hasta la equidad de género. Un tipo de admirar no por sus victorias deportivas, sino porque no se ha escudado en ellas para recibir la idolatría incondicional sino que las ha usado para mostrar un compromiso con su época. No como colombiano sino como persona.

Al manifestarse por el SÍ, Quintana ha demostrado que merece no sólo el título de campeón, sino uno mucho más difícil de ganar: el de ejemplo. Por aquí sentado espero que los James, Pajón, Montoya y Falcao abran la boca para demostrar que tienen un criterio. También las Shakira, si no es mucho pedir.

 

Un pensamiento en “El mal ejemplo (rueda)

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