¿Por dónde empieza uno? ¿Por decir que era una canción simple, demasiado simple? ¿Que la gente linda que todavía la canta un cuarto de siglo después no entiende que es severo himno para el tipo de gente que ellos desprecian? Hace un mes estábamos con L. y L. en un bar en el que no había más clientes. L. tiene 41 años y L. tiene 34 así que estoy en la justa mitad. La pusieron (¿La puse yo? Tengo un vago recuerdo de que el barman me decía ‘quite de ahí’) “Smells Like Teen Spirit” y empezampos a brincar. Como toda una generación. No, como los rezagados de una generación. Tengo un vago recuerdo (y una foto que parece probarlo) de que los tres teníamos converse. Quiero creer que los tres (es decir los seis) eran zapatos de segunda, o al menos viejos. Los converse son como el sexo: entre más sucios más auténticos.
La moda sería un detalle, sino fuera porque los tales zapatos, en ese momento preciso, fueron una de las modas que se imponen desde abajo, desde el que la usa y no desde el que la crea. Una cosa tan diferente de la idea de “moda” que debería llamarse de otra manera.
No estábamos, no estamos aún , nunca vamos a estar tan viejos como para no brincar.
La canción no es tan vieja como para no brincarla. Los años le han devuelto la autenticidad, la han convertido en clásico.Y fue el nuestro, el que nos tocó, el “Satisfaction” de los noventa, el “Santo Cachón” de los que esa çepoca detestaban el vallenato.
Un himno. Yo croe que el último. ¿Ha habido nuevos himnos después de 1991.
(Voy a empezar por decir que es una canción tan simple que cualquiera puede tocarla hasta yo)
(Voy a empezar por decir que el nombre viene de una marca de desodorodante, que nunca he encontrado, que casi siempre uso desodorantes de mujer olvidados en mi casa)
(Voy a empezar por decir que ni siquiera esa introducción de guitarra es muy original, que ya Boston lo había utilizado en “More Than A Feeling”, una canción que nadie recordaría sino fuera por ese riff reciclado tiempo después, que Boston lo había copiado de «Louie Louie», que esa música ya estaba inventada la primera vez que se conectó una guitarra eléctrica)
Ella me dice con frecuencia que fue lindo el grunge y todo eso pero que todavía estoy muy pegado a los noventas. Yo le digo que no tanto, que no he dejado de escuchar de vez en cuando cosas nuevas. Ella me dice eso sobre todo cuando peleamos porque sabe que los noventa (esa cosa tan vaga que una evoca al decir “Los noventa”) me formaron incluso en las cosas que /ya/ no le gustan de mí como los zapatos vueltos mierda con los que me casé, como la idea de morir a los 27, que es tan poco práctica ahora que los 37 se me están terminando. Y sin embargo lo pienso así. Yo puedo estar en una fiesta de mierda y la soporto sólo porque sé que es muy dificil que pongan Chelsea Hotel, She Loves You, Like a Rolling Stone, Rapsodia en Blue o Dos Gardenias Para Ti pero puede que la coloquen
Y entonces salgo, , bailo y sé que no todos los que salen a brincar entienden pero que entre los que salen a brincar habrá tal cual que sí.
“Carga las pistolas y trae tus amigos. Es divertido perder y hacer como si no”
Cada quien lo entiende como quiera. Esa fue la gracia. Para mi generación fue eso y descubrir que había canciones que uno podía entender como quería. Como los mejores poemas. Una puerta abierta en la radio (¿Alguien recuerda la radio?) por la que se colaron decenas y decenas de canciones, y luego de discos, de discografías enteras, para los perdedores que no entendían la alegría del fin de siglo, esa alegría que nunca iba a tocarlos.
Al final de su vida, Kurdt (el rubio), no quería ni siquiera tocar esa canción. Lo aburría porque significaba para él la entrada al mundo que no quería y del que se salió con la elegancia del balazo. Así al menos se salvó de escucharla en bossa nova. De todas maneras el tiempo ha terminado por decantar la cosa. Diez de septiembre de 1991. Venticinco años después de su lanzamiento, “Smells Like Teen Spirit” sigue siendo una canción joven, es decir de esas que dan ganas de reventarse la cabeza contra el muro para evitar la vergüenza de la vejez