Opinión

Ay Chucho (O cómo tal vez nos estamos equivocando de enemigos)

Si no hubiera sido Chucho el autor de este texto contra Carolina Sanín publicado en Las 2 Orillas yo tal vez habría reaccionado de otra manera. Habría dicho que era increíble que a estas alturas de la vida aún alguien recurra a la expresión “histérica” como único argumento para descalificar las ideas de una mujer, que, guardadas todas las proporciones, hablar de “las tonterías feministas de X” es tan tonto como hablar de “las tonterías anti-segregación de Martin Luther King” o las “tonterías pro-semitas de Zola”. Que siento en ese texto la misma defensa de quien habla de “racismo anti-blanco” de los que creen que por acordar ciertos derecho a una minoría oprimida están poniendo en peligro su condición de privilegiados.

Yo habría dicho que no, la expresión de Sanín no es tan equivocada. Todos los hombres son, somos, violadores en potencia, nos han educado como tales, y que si tal vez mi generación es la primera en la que se admite que la mujer no pertenece a su marido, que tiene derecho a disfrutar de su sexualidad tanto y de todas las maneras que quiera, que “no” no quiere decir “sí” y que hay que imaginar una historia y unas leyes diferentes a las que los hombres han escrito como si las mujeres fueran su propiedad.

Pero el que lo escribió fue Chucho.

Tal vez ustedes no conocen a Chucho y les pido que no se lo imaginen a partir de la línea que dice que fue “el ganador del Concurso de Cuento RCN 2012”.

Chucho es más que eso.

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Chucho es un ser sensible. Un lector juicioso. Un tipo que le cae bien a las mamás y a las abuelas. Yo sé por qué se los digo: es él quien muchas veces terminó mis platos de sopa cuando a mí ya no me entraba más. Yo estaba a su lado cuando vio por primera vez la nieve y vi las lágrimas que se le congelaban con el frío de las montañas de Transilvania. Yo era aquel que no podía dormir cuando él roncaba toda la noche en la piecita que compartimos en Montparnasse.

Ay, Chucho, ¿No nos estaremos equivocando de rivales?

Cuando el país se precipita hacia el rechazo de un acuerdo de paz al que tal vez nos tomará dos generaciones volver a llegar, cuando en Europa y Estados Unidos el populismo de extrema derecha con su carga de odio al diferente no deja de ganar terreno, cuando todavía no tenemos en Colombia el derecho al aborto libre y gratuito, cuando en Bucaramanga cincuenta mil personas salen a marchar contra la diversidad sexual, nos lanzamos a pelear contra los que quieren tener hijos porque un bebé llora en un avión, contra los que no quieren tener hijos porque nosotros si queremos, contra los que andan en cicla porque nos quitan espacio en la carretera, contra los gays que se muestran porque hacen show, contra los que no se muestran porqueson hipócritas, contra las mujeres que dan seno en público porque qué asco, contra los vegetarianos porque en los restaurantes hay once (y no doce) opciones con carne, con los hispters, con los hippies, con las feministas (todas) porque alguna dijo demasiado fuerte una verdad que incómoda.

Lo dije alguna vez, las redes sociales, que aún no sabemos manejar, nos permiten conocer todas las opiniones en todos los campos de todos los que se atreven a opinar (hay otros que no, que sólo hacen selfishes), en la carrera por ganar “likes” y “favs” fáciles cambiamos la argumentación por el insulto, atacamos el pequeño detalle en lugar de la gran idea y desmontamos la lucha de los que tratan de cambiar las cosas para que nos aplaudan los matones de la clase.

Chucho, cualquiera que lo conozca sabe que usted no es un machista, pero al descalificar la lucha feminista con argumentos de macho, los machistas de Colombia están felices.

Vuelvo y digo, Chucho. ¿No nos estaremos equivocando de rivales?

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