una crónica multimedia publicada en Revista Bacánika
Entre sinfonías y gases lacrimógenos, la Nuit Debout (la noche de pie), mezcla arte, juventud y discusiones políticas que buscan cambiar el sistema. ¿Qué quieren sus participantes y qué tan lejos podrán llegar?
En los videos que circulan (es el siglo XXI, la revolución será compartida, likeada y periscopeada), se escucha gente que dice “Putain, c’est beau” (en traducción libre al colombiano: “jueputa, qué lindo”). Por una vez, las lágrimas no se debían a los gases de la policía cada vez que intenta desalojar la plaza.
Intenta. No siempre puede.
El título de la pieza escogida era evocador, es un Nuevo Mundo lo que buscan quienes cada día celebran que se unan nuevas plazas europeas, desde los suburbios parisinos de Malakoff o Montreuil, hasta Barcelona y Kiev.
A unas calles de la Plaza de la República, las personas reunidas en la Bolsa de Trabajo escuchaban los aplausos a la sinfonía. En este segundo punto de encuentro estaban los pragmáticos. A pesar de que el movimiento no deja de crecer y las encuestas le dan un alegre 75% de apoyo entre los jóvenes franceses y 60% entre una población adulta más bien dada a rezongar contra toda idea de cambio, varios incidentes han empañado la imagen del movimiento. Uno de ellos fue la expulsión del miembro de la Academia Francesa Alain Finkielkraut, conocido por sus posiciones racistas y conservadoras: él no soportó ser chiflado por el mismo público que horas antes había ovacionado al exministro griego Yanis Varoufakis, quien frente a una asamblea popular declaró traer “La solidaridad del pueblo griego”.
Entre los asistentes a la reunión de la Bolsa de Trabajo estaba un periodista de 40 años, François Ruffin. Su documental Merci Patron, en el que narra la lucha de dos desempleados para no perder su casa, fue el punto de partida para el movimiento Debout:
“En las proyecciones, las personas se quedaban discutiendo. Decían que si ese par de desempleados pudieron asustar al hombre más rico de Francia, había forma de asustarlos a todos”, dice Ruffin, que utiliza con frecuencia la expresión “Imaginar el siguiente paso”.
El siguiente paso fueron las marchas contra el proyecto de reforma al código laboral que actualmente se discute en el Congreso. Los manifestantes, que incluían desde colegiales hasta pensionados, reconocían a Ruffin y arrasaban con los ejemplares de su periódico Fakir. Cuando lo veían, las fanfarrias de las marchas comenzaban a interpretar el tema musical de la película.
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