Siete mujeres colombianas son las protagonistas del documental de la periodista española Lula Gómez que comienza a ser presentado en festivales en Europa.
Por: Ricardo Abdahllah
Imagen de la grabación de “Mujeres al frente. la ley de las más nobles”, de la periodista española Lula Gómez. / Cortesía
Patricia Guerrero es abogada y exjueza. Sobre la chimenea de su casa hay una colección de las Delft Blue, las casas en miniatura que la aerolínea holandesa KLM obsequia a sus clientes. Guerrero es la fundadora de la Ciudad de Mujeres, en Turbaco, en la que desplazadas construyen sus viviendas. Luz Marina Becerra, al frente de Afrodes, dice, sin ninguna amargura, que a ella siendo pobre, desplazada, mujer y negra le tocaron todas las discriminaciones. Nelly Velandia aparece de sombrero junto a un cesto lleno de verduras: es miembro de la Asociación Nacional de Mujeres Indígenas y Campesinas de Colombia (Anmucic). Junto a ellas, Luz Marina Becerra, la madre de la primera víctima los “falsos positivos”, que a pesar de enfrentarse dando la cara a las Fuerzas Armadas continúa su combate por el reconocimiento de los miles de civiles asesinados por el Ejército Nacional para mejorar sus estadísticas de muertos en combate; Vera Grabe, excombatiente del M-19; Beatriz Montoya, de la Asociación de Mujeres del Oriente Antioqueño, y Mayerlis Angarita, quien lidera 800 mujeres de la región de los Montes de María. Todas son, de una manera u otra, víctimas del conflicto, pero si la periodista española Isabel Lula Gómez, las escogió para ser las protagonistas de Mujeres al frente: la ley de las más nobles, es porque, más allá de esa condición de víctimas, se han puesto al frente de iniciativas en las que las mujeres se convierten también en protagonistas.
El documental, estrenado la semana pasada, ha merecido artículos en periódicos españoles como El País, Público y 20 Minutos. Gómez no niega que ser periodista la ha ayudado a abrirse espacios para darlo a conocer, pero recuerda que cuando partió hacia Colombia lo hizo sola, y solo en el último momento obtuvo el apoyo de ONU Mujeres y la ONG Oxfam, “pero también es cierto que se mira con mucho interés la situación en Colombia. Eso les da visibilidad a las iniciativas de las mujeres que encontré, aunque todas sus historias y proyectos nacieron desde antes de los diálogos de paz”, dice Gómez, quien ya había vivido en el país a principios de la década del 2000, como docente y coordinadora de medios universitarios.
Las siete entrevistas son presentadas separadamente, vemos a las mujeres hablando frente a la cámara y eso más o menos es todo. ¿Por qué escogió ese formato minimalista?
Hay razones prácticas: soy una periodista de papel, me lancé en el proyecto y no tenía idea de cómo se hace un documental audiovisual, tanto que cuando me preguntaron: “¿Cómo quiere el sonido?”, contesté: “Pues que se oiga bien”. Les ofrecí el tema a varios medios, pero me dieron largos sin concretar nada, y estaba tan molesta que me dije: voy a hacerlo sola, y a partir de mi cuenta de Gmail empecé a contactar las personas con las que quería hablar, a veces avanzando con mucho trabajo, porque varias de ellas están amenazadas. Con los recursos que tenía, y como fui sola a Colombia, no podía ir a filmar imágenes de apoyo. Pero también hay una elección en el sentido de que sus voces sean protagonistas, de no meterme, de no desaprovechar sus verdades y sus conocimientos al arriesgarme con otros procedimientos cinematográficos.
Entre todas las historias que conoció cuando vivió en Colombia, y luego desde España, ¿cómo llegó a la selección de las siete que finalmente aparecen en el documental?
Empecé con Patricia Guerrero y su Ciudad de las Mujeres, y me fui convenciendo de que había que contar otras historias de esas mujeres que son como ejércitos. Yo quería un cuadro en el que hubiera mujeres de diferentes etnias, de diferentes clases, algunas con formación en la academia, otras no. Me parecía muy interesante meter a una mujer que había dejado las armas, como Vera Grabe, y a una feminista muy estructurada, como Beatriz Montoya. Así fui rastreando, y aunque hubiera querido tener muchos más testimonios, estaba limitada por el tiempo que podía durar el documental y me quedé con estas siete, que, creo, dan una imagen, no completa, pero que ofrece muchas pistas respecto a lo que es el país y su diversidad.
A pesar de que, como usted dice, las protagonistas del documental vienen de horizontes muy diferentes, todas tienen un discurso muy elaborado en temas como violencia de género y participación de la sociedad civil.
Sí. Esas siete mujeres podrían ser siete presidentas. Al escucharlas me parecía estar escuchando una entrevista de Mujica o de Eduardo Galeano. Aunque no todas tienen el mismo nivel de estudios, sí tienen en común una sabiduría que impresiona, porque así hayan sufrido el conflicto plantean alternativas con una dignidad absoluta y sin ninguna ira. Se dicen: “Ya que el sistema no ha funcionado inventemos otras fórmulas”, y parece que esas sí funcionan.
Suele decirse que los medios no cumplen con la responsabilidad de hacer visible el conflicto, sin embargo, el documental comienza precisamente con titulares de periódicos en los que se habla de las mujeres como víctimas de la guerra en Colombia.
No es que el periodismo esté en crisis. Lo que está en crisis es la manera como los medios hacen periodismo, mostrándonos solamente “no noticias” sin ninguna profundidad. En la primera semana presenté mi documental a dos festivales y los dos lo aceptaron, es decir, a los espectadores les interesa ese tipo de temas. A los periodistas nos falta ingenio para abrirles los ojos a nuestros directivos y hacerles entender que a la sociedad sí le importan estos temas y estas historias. Esas voces que tienen mucho que contar más allá de lo institucional. Fíjate que en el documental no hay “voces oficiales”, ninguna ministra, ni consejera estatal. No me interesaban.
¿No le reprocharon esa falta de fuentes oficiales?
Sí. También que no he sido objetiva porque no he hablado con nadie que estuviera en contra del proceso de paz. Yo digo: “Es que no se me da la gana”, y entonces vuelven a reclamarme y digo: “Es que en este caso, además de ser periodista, soy activista”. Eso lo asumo.
En el documental se dice varias veces que las conversaciones de La Habana no resolverán del todo el conflicto colombiano…
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