Todas las casas están habitadas por fantasmas. Algunas por las almas de los muertos, es decir por fantasmas en el sentido riguroso del término. Otras por las sombras de lo que serán los que las habitan. Si la vejez que ya viene, siempre ya viene; el hastío y la fatiga no estuvieran desde el principio en los corredores de la casa que hoy estrenamos, el frío y el silencio serían tan insoportables que tendríamos que ir pensando en una nueva mudanza.