El primer caso ocurrió el pasado 4 de enero, cuando un asesinato a puñaladas fue el punto final de la tortura a la que una turba de Turbaco había sometido a un toro durante las fiestas de corralejas. Apenas diez días después, en Buenavista, Sucre, una multitud descuartizaba vivo a un caballo herido por un toro en el mismo tipo de evento. Los dos videos despertaron la indignación en las redes sociales. La expresión “indignación en las redes sociales” suele implicar que nada pasó después.
“Antes de presentar los videos a la audiencia tuvimos que pedir disculpas. Aunque frente al tribunal se habían expuesto todo tipo de crímenes ecológicos, las imágenes de lo ocurrido en Colombia estaban entre las más violentas”, explica Andrea Padilla.

Estudiante del doctorado de Derecho en la Universidad de los Andes y representante en Colombia de la fundación Animanaturalis, Padilla fue junto al grupo de acciones públicas de la Universidad Javeriana y el colectivo Abogados por los Animales la responsable de preparar y presentar el caso de las corralejas colombianas frente al Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza, reunido en París como uno de los eventos alternativos a la Cumbre Mundial sobre Cambio Climático, COP21.
“En nuestra argumentación insistimos en que esos dos casos son particulares por su extrema violencia y porque fueron filmados, pero que más allá de eso son representativos de una violencia hacia los animales que no solo es legal, sino socialmente aceptada. A partir de ese argumento, el tribunal aceptó abrir la puerta a denuncias que tengan que ver con el maltrato animal”, señala Padilla. “Hasta ahora el enfoque había sido más bien hacia la conservación del medio ambiente en general o al menos de ecosistemas enteros”.