Crónicas y Reportajes/Periodismo

Prueba y error

publicado en EL ESPECTADOR

 

 

En la mañana del viernes, la confusión reina en el edificio de la Avenida Duquesne donde tiene su sede el Ministerio de Salud francés. Se anuncia una rueda de prensa. Luego un comunicado oficial en “cuestión de minutos”, antes de que se confirme que la ministra “ya está en camino hacia Rennes”. Lo que pasó allí, en la capital de Bretaña es así de grave.

Las fotografías muestran uno más de los edificio de cristal y concreto blanco, más o menos típico de las compañías de alta tecnología que se instalan en las ciudades intermedias, para abrirse camino lejos de la saturada París. El letrero no deja dudas: “Biotrial” (“bio” como de biológico y “trial”, que en inglés quiere decir “ensayo”). La página en internet de la empresa confirma que “Desde hace veinte años la sociedad realiza estudios farmacéuticos para el desarrollo de nuevos tratamientos (para el dolor, el alzhéimer, antibióticos, etc.) gracias a la participación de voluntarios en pruebas clínicas”.

Aunque Biotrial no produce los medicamentos que prueba, es accionista de varias compañías farmacéuticas en Europa y Canadá. La remuneración para quienes participan en los estudios puede ser de hasta 1.500 euros. El sitio de internet aclara que son “libres de impuestos”.

 

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“Pero las personas que reclutamos no están interesadas por el dinero. O al menos eso es lo que nos dicen”, decía en octubre de 2014 el presidente de la sociedad, Jean-Marc Gandon, al diario Ouest-France. Al mismo tiempo se quejaba de que Francia tardaba demasiado en autorizar una prueba clínica. “En nuestro negocio, un día de retraso es un millón de euros de beneficios que perdemos”, decía en ese momento.

En uno de sus estudios más recientes, Biotrial ensayó para la farmaceútica portuguesa Bial un nuevo analgésico que actúa sobre los “cannabinoides endógenos”, un grupo de receptores presentes en el organismo humano, que son sensibles tanto a los cannabinoides vegetales como a aquellos sintetizados en laboratorio. “No es que la molécula sea derivada del cannabis, es que actúa sobre los mismos centros y de la misma manera que el cannabis”, explica Hugo Jaliniere, de la revista Sciences et Avenir.

Noventa personas habrían participado en el estudio desde mediados del año pasado, cuando la molécula pasó satisfactoriamente las últimas pruebas en orangutanes. “En este caso hablamos de pruebas en Fase 1, en la que luego de haber ensayado la molécula activa en animales, es administrada a individuos sanos para determinar la tolerancia y los eventuales efectos indeseables”, aclara un portavoz del ministerio.

El diario Breizh Info tuvo acceso al correo transmitido por Biotrial a un candidato que finalmente renunció a participar en el estudio. En él se especificaba que “El BIA 10-2474 es un producto en curso de desarrollo para el tratamiento de diferentes afecciones entre ellas los problemas de ansiedad y motricidad, el Párkinson, además de los dolores crónicos ligados a la esclerosis de placas, al cáncer y la hipertensión e incluso puede servir para tratar la obesidad”.

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