En la fila frente a la librería Les Cahiers de Colette, en el centro de París, hay un travesti elegante de dos metros de alto. Hay una mujer de 50 años a la que le tiemblan las manos, y un tipo de corbata al que se le nota un tatuaje que empieza en el cuello. Hay dos jóvenes con camisetas de grupos de punk, que se desintegraron cuando sus padres ni se habían conocido. Una mujer de cabello rapado, un profesor (debe ser un profesor, lleva carpetas de trabajos para calificar en la casa). Una pareja de treintañeros con un niño de brazos.
Virginie Despentes toma el tiempo para conversar con cada uno de ellos antes o después de darles su autógrafo. Lleva una camiseta negra de Motorhead y, aunque ha dejado de beber, hay vino blanco en abundancia para sus lectores. Algunos le dicen que la descubrieron a mediados de los noventa con Fóllame. Despentes tenía 24 años y trabajaba en Virgin Megastore. Si el libro tuvo apenas un éxito relativo, la adaptación cinematográfica, realizada seis años después, rodada con actores porno y escenas de sexo real, la lanzaría a la fama. Otros de la fila la siguen desde su siguiente novela, Teen Spirit, o comparten los postulados de King Kong Theory (a medio camino entre manifiesto feminista y un crudo relato autobiográfico). Hay quienes llegaron a sus novelas por la adaptación que ella misma dirigió de Bye Bye Blondie, esa historia de amor que en su versión libro era heterosexual y abiertamente homosexual en el cine. Era la época en la que Despentes vivía con la filósofa española Beatriz Preciado y declaraba que para una mujer de 40 años “es más fácil y más liberador ser lesbiana”. El libro que cargan quienes esperan en la fila es el segundo tomo de la saga de Vernon Subutex, publicado en Francia en junio, seis meses después del primero. Si a Despentes le da igual que la tilden de escritora “trash” o incluso “marginal”, Vernon, que no deja de ser una novela con alma punk (Subutex es el nombre de la sustancia que reciben como reemplazo los heroinómanos) no solo se ganó los premios Landernau, Anaïs Nin y La Coupole, sino que ha recibido elogios del establecimiento literario. “Lo que encanta es su escritura como un chorro, cruda y enérgica, que también sabe calmarse. Eso es lo que golpea más duro, esa maestría para los cambios de ritmo. No es una novela. Es un electrocardiograma”, escribió Étienne de Montety en Le Figaro. “Yo nunca opino de los libros de quienes entrevisto, pero esta vez diré que Vernon Subutex es la mejor novela escrita en Francia al menos en los última década”, dijo el periodista radial Philippe Vandel, en France Info.
La historia que se sale de las manos
La extensión de Vernon Subutex es la primera señal inusual que notan los lectores habituales de Despentes. Todas sus novelas anteriores son breves, salvo Las bellas cosas. Los dos tomos publicados de Vernon tienen 400 páginas cada uno. El tercero, que cerrará la saga, va por otras tantas. “Había comenzado una novela corta. Me había vuelto pragmática con eso de producir, no porque estuviera de acuerdo con eso, sino porque estaba cansada de que me estuvieran cobrando, pero como mi novela anterior y la película habían funcionado bien, no tenía la presión de decirme: “O entregas el manuscrito mañana o estás en bancarrota”. Así que seguí y por esa misma razón no hice lo que habría hecho antes, concentrarme en una sola historia y eliminar el resto. Cuando me di cuenta de la dimensión del manuscrito empecé a podar por todas partes. Mi editor me sugirió que en lugar de mutilarlo podría dividirlo en tres volúmenes”, dice Despentes, que antes de ser escritora fue estriptisera, prostituta ocasional, aseadora y animadora de chats eróticos en Minitel, una red de terminales de texto, que en Francia existió antes de internet. También trabajó en una tienda de discos en Lyon, en la época en la que vender discos era una profesión de prestigio. “Ese fue mi punto de partida. Me puse a pensar en todas las personas que pasaban por allí, en qué habría pasado con ellas y en que allí estaban representadas muchas clases sociales. No todas, pero la música era el eje que nos unía. Allí nos frecuentábamos, nuestra pinta dependía de la música y no de las marcas. Luego, durante algunos años, todos nos olvidábamos de ese origen común, pero la edad nos hace volver a pensar de dónde venimos”.
La espiral descendente
Vernon Subutex no es solo vendedor sino dueño de un almacén de discos. A mediados de los noventa, su tienda es el centro de la fiesta y no le faltan amantes ni drogas gratis. Luego el Mp3 logra lo que no pudo el CD y acaba con el negocio. Vernon pierde el local, la colección de discos y, al final, su apartamento. Es cuando comienza a buscar los sofás de sus amigos para pasar al menos un par de noches, que Despentes nos los presenta y comienza a contarnos la historia. “Sin embargo, Vernon no soy yo, es un personaje compuesto de gente que conozco. Así armé los personajes de la novela, trabajando con fichas para no perderme y tratando de darle a cada uno un rasgo muy notorio para que el lector no se perdiera tampoco. Yo pienso en la persona que leerá la historia y supongo que los lectores también piensan en mí y se pueden imaginar que entre todos esos personajes hay algunos a los que me parezco más que a otros”.
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mucho artículo sobre las feminazis en este blog… el tipo este ha de ser mariconcito