Opinión

«Sufro sin odio porque el odio no se te parece»

 

Los compañeros del capitán Xavier Jugelé lo recuerdan como un “comprometido”. No sólo era parte de la asociación FLAG, que agrupa a los miembros de la comunidad LGBTI dentro de la fuerza pública, sino que no dudaba en ser voluntario para misiones de ayuda a los migrantes en Grecia o participar en manifestaciones por causas como los derechos de los homosexuales en Rusia. Hacía cuatro años había declarado su unión civil con Étienne Cardiles, un funcionario del Minsitrio de Relaciones Exteriores. Los dos se ocupaban del hijo de Étienne. El jueves pasado, Jugelé fue asesinado en los Campos Elíseos por un hombre que detuvo su auto junto a la patrulla de policía y descargó su fúsil sin decir palabra.

El siguiente es el discurso de Étienne Cardiles durante la ceremonia nacional de homenaje a Jugelé, celebrada el pasado martes en la Prefectura de Policía de París

“Xavier, en la mañana del jueves como siempre, yo salí a trabajar y tú aún dormías. Durante el día nos envíamos mensajes sobre las vacaciones que planeábamos, en un país tan lejano que me decías con impaciencia que nunca habías ido así de lejos. Los detalles de la visa y nuestras preocupaciones sobre el alojamiento invadían nuestros mensajes, junto a un frenesí todavía más feliz porque desde el martes habíamos reservado nuestros pasajes de avión. Entraste a trabajar a las dos de la tarde, llevando ese uniforme que cuidabas tanto porque tu presentación tenía que ser impecable. Tus camaradas y tú habían recibido instrucciones de ir a la comisaría del distrito 8, donde deberían, como con frecuencia, velar por la seguridad del público sobre esa hermosa avenida que son los Campos Elíseos. Te asignaron como punto de estacionamiento el número 102 de los Campos, frente al Instituto Cultural de Turquía. Sé que te gustaban las misiones de ese estilo, porque eran los Campos y la imagen de Francia, porque era también la cultura lo que protegían. En un instante en ese lugar, pasó lo peor que podía pasarte a ti ya tus compañeros. Uno de esos suceos que todos temen y que todos esperan que nunca llegue. Moriste de inmediato y en eso agradezco tu buena estrella. Tus compañeros quedaron heridos, uno de ellos de gravedad. Ahora se recuperan y eso nos tranquiliza. Esa madrugada volví a la casa sin ti. Con un dolor extremo y profundo, que tal vez, lo ignoro, se calmará algún día. Ese dolor me dio la impresión de estar más cerca que nunca del dolor de tus compañeros, que sufren como tú, en silencio. Como yo ahora, en silencio.

En lo que a mí respecta, sufro sin odio. Tomo prestada lesa fras de Antoine Leiris, de quien tanto admiro la sabiduría en medio del dolor que leí esa frase una y otra vez hace unos meses. Fue una lección de vida que me hizo crecer tanto que hoy en día me protege. Cuando aparecieron los primeros mensajes informando a los parisinos que un hecho grave estaba ocurriendo en los Campos Elíseos y que un policía había perdido la vida, una vocecita me dijo que habías sido tú y esa misma voz me recordó esa frase generosa y sanadora : « No tendrán mi odio »

Ese odio, Xavier, no lo tengo porque no se te parece, porque en nada corresponde a las cosas que hacían latir tu corazón , ni a lo que hizo de tí un gendarme y luego un policía. Porque el interés general, el servicio de los demás y la protección de todos hacían parte de tu educación y tus convicciones y que la tolerancia, el dialogo y la reflexión eran tus mejores armas. Porque tras el policía estaba el ser humano, porque uno se vuelve policía tras una elección. La elección de proteger a los demás, ayudar a la sociedad y luchar contra las injusticias. Esa misión de los policías y gendarmes, antes de conocerte y como ciudadano, yo ya la admiraba. Esa profesión de policía es la única que se menciona en la declaración de derechos del hombre y el ciudadano. En el artículo 12 ella dicta esta evidencia : para garantizar los derechos del hombre y el ciudadano se necesita una fuerza pública. Con un precisión útil en este importante periodo político : esta fuerza existe para el beneficio de todos y no para la ventaja particular de unos pocos.

Esa era la visión que compartíamos de esta profesión, pero sólo una de las facetas del hombre que eras. La otra era un hombre de cultura y alegría en el que el cine y la música ocupaban un gran espacio. No te daba miedo ir a cinco funciones de cine en un hermoso día soleado de agosto y por supuesto las cintas en el idioma original eran tus favoritas, por el purista que eras y por esa lengua, el inglés, que querías hablar perfectamente. Tu no te perdías los conciertos, al punto de a veces seguir los artistas durante toda una gira. Céline Dion era tu estrella, Zazie, Madonna, Britney Spears y tantas otras hacían vibrar nuestras ventanas. El teatro te transportaba y lo vivías plenamente. No retrocedías ante ninguna experiencia cultural. La peor película te la veías el mismo día de su estreno. Hasta el final. Sin importar lo mala que fuera. Una vida de alegría y de sonrisas guíadas por el amor y la tolerancia.

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Esa vida de estrella, la dejas como una estrella.

Quiero decirle a todos tus compañeros lo cercanos que los siento. Que siento la sinceridad en sus gestos. Quisiera decir a todos los que luchan para que algo así no se repita, que conozco su sentimiento de culpa y de fracaso y que deben seguir luchando por la paz. Quisiera decir a todos los que nos expresado su afecto, a tus padres y a mí que lo hemos sentido profundamente. Quisiera decir a tu familia, que estamos unidos y a todos los que han estado tan pendientes de mí, tan pendientes de nosotros, que son magníficamente dignos de ti. A quiero decirte que estarás en mi corazón por siempre. Te amo. Sigamos siendo dignos. Protejamos la paz. Velemos por la paz.

 

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