La voluntad de un alcalde que se oponía a los toros y tenía el coraje político de hacer algo al respecto le dio a Bogotá más de cuatro años de dignidad. La falta de coraje de su sucesor, que también se opone a los toros, pero no piensa hacer nada al respecto, ha llevado a que hoy, 22 de enero, se reanuden las corridas en la Plaza cultural la Santamaría.
Por supuesto, la culpa no es de Peñalosa. O no sólo de él. Si las corridas regresan es porque la Corte Constitucional lo autorizó dándole la razón a una entidad privada, la Corporación, para imponer sus condiciones al uso de una construcción que pertenece al distrito, mantenida y recientemente restaurada con dineros públicos.
Existe una palabra para un tecnicismo jurídico que permite a la ley pasar por encima de la justicia, se llama “leguleyada”. Eso fue lo que hizo la corte y es deprimente que una institución que debería ser el último refugio de la justicia haya cedido frente a una minoría mafiosa como es el lobby pro-toros. Es deprimente también que una vez más Peñalosa haya perdido la oportunidad de dejar de ser un urbanista futurista para convertirse en el líder cívico de la ciudad que lo eligió bloqueando la utilización de los medios del distrito para una actividad privada y sobre todo antiética a la que se oponen la mayoría de sus administrados.
Sin embargo a Peñalosa le queda una opción para salvar su honor. Como comandante en jefe de la policía antimotines, el alcalde tiene la opción de no enviar el ESMAD en este preciso momento cuando los bogotanos van a hacer saber que no sólo no quieren corridas de toros sino que no están dispuestos a tolerarlas.
Hay que confiar en eso, los bogotanos saben que cuando la ley, la leguleyada pasa por encima de la justicia, es un derecho y un deber de los ciudadanos desobedecerla.
Por eso hoy serán centenares quizás miles los que van a estar presentes en los alrededores de la Plaza. Los que van a bloquear las vías aledañas y las entradas de los parqueaderos. Los que con panfletos, maizena y bombas de agua van a manchar los trajes de los que sin remordimientos se preparan para entrar al escenario. A lo mejor habrá algunas decenas (quizás algunos cientos) que lograrán ingresar, por las malas o como clandestinos, para gritar arengas, desplegar pancartas y tirar sobre la arena avioncitos de papel o bolsas con orina para perturbar el evento. Y en internet habrá otros que harán saber su descontento, bombardearán los buzones de correo de los organizadores y muchos más, decenas de miles, que se informarán sobre las marcas que patrocinan la corrida y dejarán de consumir sus productos.
Todo se vale. Todas las formas de lucha, en cada fecha de la temporada, para que las corridas empiecen tarde, tengan que interrumpirse varias veces, decepcionen al público, maten las ganas de lucirse de los toreros.
Todo se vale. No me vengan a hablar de « tolerancia con los gustos ajenos” ni de “derechos de una minoría ». Uno “tolera” que alguien prefiere ir de jean que de pantalón de vinilo o que le guste más el gansito que el chocoramo. No “tolera” el gusto de quien ama la barbarie. Uno defiende los derechos de las minorías a expresarse y autodeterminarse, no los de una minoría (por demás poderosa y afín con el paramilitarismo como son los criadores y ganaderos) que pretende que existe, y que debe ser respetado, un “derecho a la tortura con fines de entretenimiento”. Los pedófilos son también una minoría que obtiene placer al abusar de un ser que no puede defenderse. A nadie se le ocurriría sin embargo defender los derechos de los pedófilos porque son una minoría y la pedofilia existe hace mucho tiempo.
Supongamos que a pesar de todo la corrida de hoy termina por realizarse. En ese caso deseo de todo corazón que un cuerno atraviese el hígado de « El Juli », lo desgarre de adentro y nos regalé el espectáculo de sus tripas regadas en la arena; que un toro pisotee el cráneo de Andrés Roca Rey y le fracture los brazos y las piernas, que una embestida le estalle los pulmones a Luis Bolívar y lo veamos ahogarse en su propia sangre bajo el sol de la tarde bogotana.
« Vamos a llenar la Plaza de Toros, se va a reventar » decía hace unos días Felipe Negret , presdente de la Corporación Taurina de Bogotá. Claro que sí, cabroncito cobarde, hoy los bogotanos te van a reventar la Plaza. Vas a ver.
la violencai no se combate con violencia
los antittaurinos pideindo respeto y son todos irrespetuosos