Crónicas y Reportajes/Periodismo

Fernell Franco : lo demás es sombra

 

En el 2013 la Fundación Cartier para el Arte Contemporáneo presentó en París una muestra de fotografía latinoamericana de las últimas cuatro décadas en la que se incluía el trabajo de varios colombianos. En el mismo año, se expuso en el Museo del Quai Branly el trabajo de José Alejandro Restrepo, Óscar Muñoz, Miguel Ángel Rojas y Juan Manuel Echavarría. Al año siguiente la obra de Muñoz, esta vez en solitario, mereció una exposición retrospectiva en el Museo de Jeu de Paume.

Desde la semana pasada una instalación de Muñoz ocupa una de las salas del sótano de la Fundación Cartier. Se trata de El principio de la empatía, una creación realizada para celebrar la vida y el trabajo de su amigo cercano, Fernell Franco “un figura mayor y sin embargo desconocida de la fotografía latinoamericana” según puede leerse en la presentación de “Cali -Claro Oscuro”, la primera retrospectiva europea del fotógrafo colombiano, nacido en 1942 en el municipio de Versalles y que a los nueve años, como consecuencia de la violencia (La Violencia), se vio obligado con su familia a desplazarse a la capital del Valle.

Esta ciudad está literalmente invadida de luz.Tanto que la oscuridad hay que buscarla” puede leerse en uno de los muros de la Fundación Cartier.

Es de Cali que se habla.

Desde la adolescencia, cuando comenzó como mensajero en el estudio Arte Italia, Franco comenzó a forjarse una carrera como fotógrafo que lo llevaría a trabajar como reportero en El País y Diario de Occidente y luego para la agencia de publicidad de Hernán Nicholls. Durante la década de los setenta colaboró con frecuencia para la revista Diners y fue director de fotografía de Cromos. En paralelo comenzó a realizar exposiciones de sus “Series”, la primera de ellas Prostitutas en el espacio comunitario de Casa Solar en el que coincidió con el artista Ever Astudillo, los cineastas Luis Ospina y Carlos Mayolo y el escritor Andrés Caicedo.

La serie Prostitutas encaja muy bien ese ‘gótico tropical’ que marca el trabajo del grupo de Cali. Como a los demás, a Franco le interesaba esa estética propia de lo popular que se alejaba de lo que ellos mismos llamaron ‘pornomiseria’ y como todos, también estaba loco por el cine” dice Maria Wills Londoño, responsable junto a Alexis Fabry de la curaduría de la exposición en la Fundación Cartier. “Franco siempre insistió en la importancia que había tenido El Ladrón de Bicicletas en su formación como fotógrafo y hay mucho de cinematográfico en sus series. Tanto por la utilización de la luz como por las variaciones que realiza sobre una misma imagen”.

Esas intervenciones, que han llevado a que con frecuencia se hable de ‘fotografía plástica’ para hablar de la obra de Franco, despertaron hacia mediados de la década del 2000 el interés de la curadora María Iovino y luego de José Luis Falconi, entonces responsable del Centro Rockefeller de la Universidad de Harvard. Fueron ellos quienes junto a la familia del artista comenzaron el trabajo de clasificación y restauración de los millares de negativos, pruebas e impresiones que constituían el archivo de la familia.

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El Homenaje Nacional realizado en Bogotá del 2011 significaría la consagración, póstuma, del artista, fallecido cinco años atrás. Ya para entonces su trabajo hacía parte de la colección permanente del Museo Reina Sofía de Madrid y despertado el interés de coleccionistas privados como el artista Eric Poitevin y los polacos Stanislas y Leticia Poniatowski, que colaboraron para la realización de la exposición en la Fundación Cartier, que luego de París será presentada en México.

La relación de Franco con México es particular pues él tuvo la oportunidad de visitar ese país y exponer allí. Es uno de los lugares donde su obra fue conocida y apreciada desde los primeros años” explica Wills Londoño.

Las imágenes tienen una fuerza que sólo un gran fotógrafo puede lograr” afirma Valérie Oddos, crítica de exposiciones para el portal Culturebox. Para Oddos, Franco es “un poeta” que logra imágenes de una poderosa belleza a partir de las ruinas de su ciudad”. La publicación cultural Telerama habló de “una obra poderosa, discreta y sin embargo radical”

Elegimos presentar su trabajo a partir de las series, que él abordó de diferentes maneras y en algunas de las cuales trabajó durante décadas. Como muchas de sus fotografías, que él modificaba, alteraba y presentaba de diferentes maneras, la composición de las series cambiaba con el tiempo e incluso como en algunas de las fotos no se usó fijador, también ellas cambian. Eso refuerza la idea de que la obra de Franco siempre es una creación en proceso” explica Wills Londoño.

En esas series aparecen los personajes recurrentes de Franco: prostitutas, pequeños comerciantes y billaristas, pero sobre todo una ciudad de cuya desintegración, debida en parte al abandono y en parte a una obsesión de modernidad, Franco siempre fue consciente, al punto de situar el comienzo de su desaparición en 1970, coincidiendo con las primeras demoliciones para abrir paso a las obras de los Juegos Panamericanos de 1971. La ostentación del evento en medio de la pobreza de la ciudad llevaría a protestas a su vez violentamente reprimidas, que marcarían la obra de la mayoría de los artistas que gravitaban entorno a la Casa Solar. Demoliciones una serie sobre la que trabajó durante la década del ochenta es un testimonio de la continuidad de ese proceso. Otras de sus series expuestas como Galladas y Color popular, documentan la desaparición ya no de los espacios urbanos sino de los modos de vida de quienes los ocupan.

Para resaltar esos lazos entre Franco y Cali, la exposición reserva un espacio al trabajo de sus amigos y compañeros de trabajo Ever Astudillo y Oscar Muñoz, además de un ciclo dedicado a “Caliwood” en el que participarán Sandro Romero Rey y Luis Ospina y una tarde dedicada a la música que sirve de banda sonora permanente no sólo a la exposición sino a su mundo.

Es salsa lo que suena apenas los visitantes que entran a la exposición. “Sofrito” de Mongo Santamaría, “Aguanile” , Richie y Bobby y la infaltable “Lluvia con Nieve” de Mon Rivera. Para su exposición de 1972 en Casa Solar, ya Franco había imaginado que sus fotos no se podían ver sin música. Hay fuego en el 23.

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