Opinión

La otra mitad

Los hombres parecen por fin reconocer el derecho de las mujeres a no acostarse con quien no quieren. ¿Qué tanto nos falta para entender que pueden acostarse con quien quieran?

Ocho-de-marzo

Aunque en sus trinos Uribe, Piñera, Rajoy y Evo no lograron evitar la referencia a la familia y aunque todavía hay quien habla de “feminismo radical”, parece que en los últimos años, y en eso hay tanto que agradecer a las que denunciaron a Weinstein y a las FEMEN como a las corrientes feministas anticoloniales, algo se ha avanzado. Al menos se ha pasado “Feliz día a la reina del hogar” a “Hoy ayudémosla con las tareas del hogar” y de ahí al “Las tareas del hogar son mitad y mitad”.

Todavía estamos lejos, por supuesto, del “Fuck ‘El hogar’” (que acompañado de un “Fuck ‘la idea capitalista del trabajo»”) sería un ideal de emancipación, pero como hombres amos aprendiendo. A callarnos y dejar hablar cuando se trata de feminismo. A entender que si era bueno luchar POR las mujeres y todavía mejor JUNTO a las mujeres, nada como luchar CONTRA los privilegios de los hombres, desde adentro, como los socialmente afortunados que somos por tener esa cosa que nos cuelga entre las piernas.

Un campo en particular vio un avance enorme en el último año: el reconocimiento de la omnipresencia y los múltiples rostros de la violencia sexual. El 2017 fue el año en el que casi llegamos al consenso (¿Hacia dónde carajos estábamos mirando antes?) de que “el agresor” no es un extraño con un cuchillo en un terreno baldío en medio de la noche sino la pareja, el jefe, el colega, el tipo bien vestido por la calle o en el autobus. Cualquiera que sabe que el sistema le garantiza (¿-ba?) la impunidad, o al menos una cierta tolerancia.

Es una obviedad, pero hasta mi generación – y las generaciones que vienen no nos lo van a creer – se creía que una mujer tenía que acostarse con quien o cuando no tiene ganas.

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Pero en términos de libertad sexual esa es apenas una parte del camino. Falta la otra mitad y es ahí donde preocupa tanta declaración de apoyo a los derechos de NUESTRAS madres, NUESTRAS colegas, NUESTRAS hijas, compañeras y esposas, porque termina por tenerse la impresión que si “protegemos” nu-es-tras mujeres de las agresiones de otros hombres, es movidos por la idea machista de que necesitan ser protegidas y la idea peor de machista, de que la sexualidad es una “virtud” que tiene que protegerse. ¿Cuánto del apoyo a los movimientos contra el acoso sexual es movido por un imaginario de guerreros medievales y cuánto por un verdadero compromiso con la libertad de las mujeres a ejercer su sexualidad?

La respuesta viene al pensar en el corolario del “Una mujer tiene derecho a no acostarse con quien no quiere” que es “Una mujer tiene derecho a acostarse con quien quiera”. Ese “Quien quiera” incluye hombres de cualquier medio social, de cualquier origen. Incluye desconocidos. Incluye hombres además de aquel con el que tiene una relación estable o un vínculo legal de conyugue. Incluye mujeres, incluye personas con otras identidades. Incluye también por supuesto el no acostarse con nadie.

Es allí donde veo mal a esos machitos que (por machitos pero no por que las respeten) parecen tan listos a defender a sus madres, hijas y hermanas, compañeras, esposas y amantes.

Las mujeres no necesitan para nada una autorización para ejercer de manera libre y todo lo poliforme que quieran su sexualidad, pero qué bien vendría en este día hacerles saber a nuestras madres, hijas y hermanas y sobre todo a nuestras compañeras sentimentales (con todas las declinaciones que pueda tener la palabra) que así como estaremos allí para apoyarlas cuando decidan no aceptar los avances de quien no les interese , también las secundaremos cuando decidan aceptar los avances (y hacerlos por supuesto) a quien sí las atraiga. A ese/esa que no somos nosotros.

Ese sería un lindo regalo, qué rosas ni qué carajos.

 

 

 

3 pensamientos en “La otra mitad

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